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domingo, 23 de mayo de 2010

IDEOLOGIA Y LITERATURA DE LOS 90: CASO CHICLAYO

IDEOLOGIA Y LITERATURA DE LOS 90: CASO CHICLAYO

Por : Juan Montenegro Ordóñez *


No podemos negar que la literatura durante el siglo XX, en casi todos los casos, ha resultado ser un eficiente instrumento de ideologización. Y es, en América del Sur, del Centro y el Caribe, donde los fenómenos socio-políticos que han producido grandes conmociones, detrás de ellos, siempre podíamos encontrar, o un gran escritor, o una gran obra, que para muchos, significaban algo así como el argumento de una incuestionable verdad.
Desde que Marx, acucioso investigador del capitalismo de su época, “desenterró” sus contradicciones internas y pronosticó su derrumbe “inevitable” a mediados del siglo XIX, muchos fueron quienes, inspirados, aventuraron una consigna romántica con el propósito de concretizar aquellas conclusiones del señor Marx: “Sepultar al Capitalismo”.
Sin embargo, toda la investigación realizada por este señor, fue reducida al enfoque economicista. Expresado de otro modo, lo que comenzó siendo una lógica interpretación del derrumbe del capitalismo como sistema socio-político-económico en Europa, devino en una irascible aventura romántica en América.
(La obra “El Capital”, se convirtió en una fuente madre, que hasta nuestros días, no ha dejado de procrear otras similares, ansiosas de confirmar, profundizar, fomentar y establecer como único camino socio-político: “Desplomar al Capitalismo”)
Generación tras generación, heredaron esta consigna y no dudaron en asumirla como una muy humana y racional alternativa para lograr un “mundo mejor” para todos, basada en aquella promesa: “Igualdad social”, ininteligible para muchos.
Movimientos de diversas naturalezas, todos ellos con la común característica de ser comandados por caudillos o líderes indiscutibles, dueños de la verdad y hasta de las vidas de sus seguidores o discípulos. Veedores del futuro, infalibles, aureolados con una divinidad envidiable, sembraron hecatombes, pestes mortales, Apocalipsis imborrables, convirtiendo a ingenuos adolescentes en cuasi-criminales soldados que luchaban con una sola ilusión: Justicia Social.
Novelas, poemas, artículos, ensayos, obras de teatro y escritos que rompían con los esquemas de la composición literaria, inundaron el mundo, irrumpían en los hogares sin distinción de clase o estigma social. Violaban fronteras, sorteaban toda clase de enemigos, hasta quedar sembrados de por vida, en las estructuras mentales de muchos, como “verdades absolutas”.
Pero, los tiempos cambian, mucho más rápido que los esquemas mentales. Nuevas generaciones, naturalmente, con nuevas demandas y necesidades, nuevos sueños e ilusiones.nuevos paradigmas, de la mano con el avance de la tecnología y los nuevos descubrimientos de las ciencias (biológicas, químicas, físicas, psicológicas, etc.) despertaban y crecían, enarbolando nuevas consignas, éstas, alejadas totalmente de los compromisos sociales, desideologizados. Desprendidos, obviamente de las clásicas y dogmáticas banderas que enarbolaban los típicos luchadores sociales: capitalismo y comunismo.
En las últimas décadas del siglo XX, fracasado el totalitarismo, comenzaron a esfumarse todas las promesas de igualdad y justicia social, junto a la fosilización de caudillos encandilados con el poder, que sólo lograban satisfacer su insaciable “thymos”, se vino abajo el muro más absurdo y cruel que haya levantado el hombre durante el siglo XX. Berlín. La Historia, da vuelta a la página. Esa página manchada con sangre, en donde la lógica y el absurdo conviven orgásmicamente: La página del siglo XX.
Derrumbado el muro, derribados los caudillos, avasalladas las fronteras por las telecomunicaciones, viene a escena, asumiendo el papel principal y voceada con desesperación y alegría, como otro sueño más, aquella promesa que para muchos se convirtió en una bendición celestial: La Libertad.
Entonces, aquella solidaridad con el prójimo, el compromiso social, aquella conciencia de clase, inicia su lento, pero indetenible enfriamiento.
Los individuos, que de alguna forma, pueden denominarse “escritores”, pertenecientes a la generación de los 90, engendran literatura, desprovista totalmente de todo matiz ideológico clásico.
Centrados en sus más oscuros y recónditos lugares de su intimidad, narran, crean, confiesan, construyen figuras en las cuales, la justicia social, es un mal recuerdo que trae a la memoria inútiles batallas sangrientas, y caudillos desvergonzados muy bien vestidos, bebiendo vino, lujuriosos, sosegados, como buenos hijos de Dios, pero desenmascarados.
El temor a sí mismo, el deseo carnal, el aburrimiento, la apatía, la anomia, admiración hacia el anarquismo, el ateísmo, la contranatura, los alucinógenos, la bohemia, la imitación fácil, la transculturización rimbombante, etc. caracterizan y colorean la producción literaria de los 90, en la ciudad de Chiclayo.
La discusión ideológica se abre, sólo, para dar paso a un desenfrenado afán de figuración. Acostumbrados a repetir o reconstruir lo ya construido. No acostumbrado a generar conocimiento, ni siquiera a utilizar la duda como instrumento de análisis. El debate noventino, significó un buen ejercicio de autosatisfacción. Catarsis necesaria, a veces ineludible, para ignorar frustraciones cognitivas, indescifrables.
Los 90, entonces, ni buenos ni malos, simplemente, un producto de su época (una época en transición, totalmente nebulosa, sin sentido, sin dirección, sin caudillos, sin líderes sin verdades absolutas, sin ganadores). Asumen el quehacer literario, disimular o sobrellevar los desequilibrios intelectuales e inútiles, que no aclaran el panorama actual, ni otorgan una lógica interpretación de los hechos presentes. Controvertida época que ya conocemos como GLOBALIZACIÓN.
Así, en el umbral del tercer milenio, para los 90, la ideo-política ha llegado a ser desleal juego de naipes, en donde cabe la ingenuidad perversa hasta el engatusamiento más inverosímil que halla existido. Al extremo que, podríamos expresar contradiciendo a Vallejo “HERMANOS, YA NO QUEDA NADA POR HACER”.


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