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viernes, 14 de mayo de 2010

¿EXISTE IDENTIDAD LITERARIA LAMBAYECANA?

¿EXISTE IDENTIDAD LITERARIA LAMBAYECANA?
*Por Nicolás Hidrogo Navarro
hacedor1968@hotmail.com
No pocas son las voces que exigen y reclaman identidad a la gente de literatura, cuando han visto una deslambayecanización y cosmopolitización alienada literaria en sus temas narrativos y poéticos. ¿Es que se puede reclamar identidad al 80% de los poetas y narradores activos que hacen literatura en la región Lambayeque, cuando éstos proceden de lugares de regiones con otros matices geográficos, vivencias, tradiciones y costumbres, idiosincrasia como Cajamarca, Amazonas y Trujillo? ¿Se puede perder una identidad para adoptar otra? ¿Es que la identidad prístina y original de los creadores se puede trocar en otra para devolverle el favor a la tierra que los cobija? ¿Se puede exigir imposición de identidad en uno de los oficios y pasiones más libérrimas como es la creación literaria? ¿En tiempos de globalización en que se cuestiona y exige a los escritores provincianos que salgan de su aldea y se hagan escritores del mundo, se puede pedir que los escritores tomen temas, símbolos y alegorías de sus respectivas regiones para satisfacer el encargo social de pedagogos, historiadores y funcionarios de turno que quieren enarbolar la bandera de la identidad regional? ¿No se puede caer en la tematización trivial, forzada y antojadiza, postiza, maquillada, fría, sosa y con escaso sentido de pertenencia autoral, tipo literatura por encargo, al querer hacer una literatura con identidad regional?
La identidad es una cosa que nace y no se impone. La identidad nace cuando nos sentimos parte de una tierra, su cultura, costumbres y no nos consideramos foráneos o ciudadanos de tránsito o de paso. La identidad nace cuando el sentido de orgullo y pertenencia embarga y se apodera del autor literario. La identidad nace cuando las vivencias son significativas, capaces de literaturizar temas que considere relevantes para poetizar y elucubrar argumentos y hechos dignos de un cuento o novela. La identidad literaria brota desde el fondo,-y no desde afuera- del alma de un escritor. Identidad tiene que ver con los valores compartidos colectivos, con los sueños y esperanzas colectivas. La identidad se construye desde la niñez, se aviva en la juventud y brota nostálgica, preñada de dignidad orgullosa en la senectud. Tener identidad es reconocer que todos nuestros recuerdos se asocian al pasado, la historia, nuestra familia, nuestras victorias y derrotas, nuestros sueños y angustias, nuestro pretérito y futuro, las costumbres vivenciadas y el recuerdo añorado de lo que se está yendo. Si no existen estos elementos, está demás que pidamos identidad, sino nada nos ata, nada nos jala, nada nos vincula.
Lambayeque, como el Perú en general, es un mixtura poliédrica de identidades: los del pueblo y los del campo, los quechuas, cañaris e inkawasis y los hispanohablantes ferreñafanos, los porteños pimenteleños y santarroseños y los chiclayanos de Santa Victoria y de Chilapito, los lambayecanos de las villas militares y los lambayecanos de San Martín y Santa Rosa; los ferreñafanos de Pueblo Nuevo y los de la Alameda. No somos iguales, no compartimos iguales sueños ni posiciones sociales ni educativas. Para muchos lambayecanos que viven en el campo, las huacas sólo sirven para sacar huacos y vender al mercado negro para comprar arroz y azúcar para la semana. Para muchos empresarios el señor de Sipán, el señor de Sicán, las pirámides de Túcume, Huaca Ventarrón, Huaca Los Chinos, representan oportunidades y bussines para sus hoteles, casinos y restaurantes. Para el campesino jornalero que regresa con sus burros pensativos, sudorosos, con alforjas y esperanzas vacías, son sólo un montón de barro desenterrado al que llegan muchos “gringos” a admirarse y al que muchos arqueólogos le ficcionan cual Harry Poters historias ponderadas y estrambóticas para hacerse de más presupuestos y alentar el turismo y el “desarrollo para todos”. No es lo mismo una identidad para un empresario hotelero (interesado negociador), que identidad para un jornalero (sobreviviente olvidado a su suerte), que para un profesor (recurso formativo de amor a la tierra) que para un historiador (revalorador de los tradiciones y costumbres), que para un literato (raro y forzado tema), que para un arqueólogo (bonita manera de hacerse director de un museo desenterrando vestigios del pasado) o que para un sociólogo (abstracta forma de encontrar relaciones paritarias sociales de producción y valoración identitaria entre una comunidad.
Cuando la modernidad empieza a matar el pasado, nace la identidad vigorosa a recuperar ese tiempo que nebulosamente pretende opacar. Cuando la alienación invade y atropella lo local, lo nuestro, entonces nace el sentido de pertenencia y revaloración, cual Caballero Carmelo de pelea, aflora nuestro espíritu paladín por sacar a relucir lo que es nuestro.
Hasta antes de la generación del 90 lambayecana, escritores como Mario Puga Imaña, Alfredo José Delgado Bravo, Alfonso Tello Marchena, Hildebrando Briones Vela, Raúl Ramírez Soto, Carlos Ramírez Soto, Víctor Hugo Parraguez, Carlos Camino Calderón, Emiliano Niño Pastor, José Eufemio Lora y Lora, Juan José Lora y Olivares, Max Dextre Camacho, Ricardo Rivas Martino, sus composiciones estaban pobladas de alusiones a los símbolos de lambayecanidad, “al cholo norteño”, “al hombre del campo”, a las mujeres: tamalera, alfeñiquera, chichera, etc.”, a su fauna: la chilala, chilcoque, la pava aliblanca, el huerequeque, los tordos, a las huacas, a las festividades religiosas, a sus personajes populares, alusiones a Naylamp, Fala, Ceterni, a su flora como: algarrobo, hualtaco, zapote, vichayos, a los arrozales y cañaverales. Es a partir de la generación del 90 en que se empieza a perder todo tema alusivo a la lambayecanidad, so pretexto de ser más universales y exóticos, salir del provincianismo que lo aprisionaba en un abrazo de mediocridad, sentido de adquirir más prestigio y lectores ultramarinos y fundamentalmente, mostrar ese lazo simplón del zahorismo humanistoide y planetario.
En la procedencia de origen de los autores lambayecanos, hay un gran problema. Mientras no se revierta en nuevas generaciones el 80% (No lambayecanos): 20% (lambayecanos), se seguirá teniendo una “invasión foránea predominante en la temática” impostada de lambayecanidad, de cajamarquinos, trujillanos o amazoneses que le hacen caso a la fuerza telúrica de su terruño de origen. Mientras no se apoye y revalore a los “escritores lambayecanos” y a los “escritores en Lambayeque”, en general, ninguna imposición oficial, ni por decreto de bula papal, podrá hacer cambiar el sentido de desidentidad a una identidad regional lambayecana. Mientras no se afiance el sentido de pertenencia y de las experiencias existenciales significativas entre los escritores lambayecanos. Mientras el olvido de los lambayecanos (autoridades y lectores hacia sus escritores y lectores), se seguirá pagando con la evasión de deslambayecanización temática de sus autores.
¿Qué le han dado las autoridades y la comunidad lambayecana a sus autores –excepto a los cinco, (poetas) Alfredo José Delgado Bravo, Mario Florián Díaz y Don Nicanor de la Fuente; y (Narradores) Mario Puga Imaña, Andrés Díaz Núñez y Carlos Camino Calderón? Sólo indiferencia y marginación. Mientras el fenómeno de la globalización como matafuegos, apague el sentido de pertenencia local, para hacerlo ciudadanos del mundo y le diga “deja de ser lector reducido y minúsculo e inspírate sólo en tu capilla o misérrima aldea”. Mientras la mirada y las preferencias lectoras de los autores lambayecanos, se constriña a autores fuera de su radio regional por buscar “mayor nivel literario para tomarlo como referente mentor”, e ignorar y desconocer por completo lo que la historia lambayecana parió literariamente. Mientras el cuerpo de un autor camine por las calles de Lambayeque, Ferreñafe o Chiclayo y su mente a la hora de crear esté puesta en su niñez y en su pueblo natal. Mientras el escritor local no conozca mucho de historia del pasado del pueblo donde vive. Mientras no se sienta orgulloso donde viva, estilos, técnicas, temas y lenguaje, se verán cada vez más alejados de la identidad regional lambayecana.
*Narrador/ docente de Lengua y Literatura / promotor cultural.

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