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miércoles, 12 de mayo de 2010

DANDY BERRÚ EN LA NARRATIVA LAMBAYECANA

DANDY BERRÚ EN LA NARRATIVA LAMBAYECANA

Por: Nicolás Hidrogo Navarro

Lambayeque no ha poseído una tradición narrativa (cuentística o novelística) en lo que a publicaciones se refiere. Sin embargo, las figuras señeras como Nicanor de La Fuente, Carlos Camino Calderón, Mario Puga Imaña, Emiliano Niño Pastor, Alfonso Tello Marchena, Vicente Nizisuka, Jorge Laso Arrascue, Glicerio García Campos, Estrella Mora Risco, Elio Otiniano, Mario Camino Negrón, Estuardo Deza Saldaña, Mariana Llano, Alfredo José Delgado Bravo, Carlos Bancayán Llontop, Jorge Fernández Espino, a través de la historia de la literatura lambayecana, han generado productos estéticos que no han tenido mayor difusión por limitaciones editoriales y por un abúlico mercado y agónica cultura lectora, pero de innegable sabor a identidad lambayecana más que ficcional.
Las nuevas hornadas de los 80 y 90, más ficcionales que lambayecanistas, más cosmopolitas e influenciados por el bomm latinoamericano de los 60-70 con la presencia omnímoda de Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y el propio Julio Cortázar, nos trajeron nuevas figuras como Bruno Buendía Sialer (en la novela), Rubén Mesías Cornejo, Nevenka Waterdolsfer, Giuliana Aguirre, Javier Villegas Fernández, Juan Montenegro, Luis Facundo Neyra, Nicolás Hidrogo, Joaquín Huamán Rinza, Carlos Becerra y el propio Dandy Berrú Cubas.
Dandy, por tercera vez (después de “El Shulka” y “La decisión final”) y, bajo el auspicio de ediciones Prometeo Desencadenado, nos ofrece un corpus orgánico de 11 cuentos breves bajo el título general de “El rojo placer de las flores”, título surrealista que sintetiza el “Rojo y negro” del inglés Sthendal y “Las flores del mal” del francés Charles Baudelaire, fusiones que se vinculan al epígrafe del magnífico y polémico Oscar Wilde, como un síntoma anatemizador de sus personales y de su propia prosa, por ratos irónica, descriptivista, prosaica, pero fundamentalmente realista. A Dandy le gana su compromiso y filiación humanista a sus desembuches estéticos. Dandy se muestra existencial antes que ficcional, comprometido, antes que alucinógeno, social antes que literario, humano antes que narrator: antepone el argumento al histrionismo verbalizador, un desprendimiento de egos, casi admirable y escaso en el mundillo literario, en su mirada escrutadora y en el zoom de los closp up de su cámara prosaestetecista.
“Avenida Horizonte”, “Relicario de muerte”, “Afanosa súplica”, “Soledad”, “Maldito sacrilegio”, “El rojo placer de las flores”, “pedacito de hot-dog”, “el mendigo”, “El oscuro trance de celeste”, “Caricia mortal”, y “La carta suicida”, representa el orden estructural del texto de 50 páginas a un promedio de 3 páginas por relato.
Berrú nos ofrece una mirada imprecadora, doliente en sus personajes neoxistencialistas, mundanos y marginales. Olvidados, suicidas, prostitutas, ébrios, poetas, solitarios, incomprendidos, arrabalosos, farsantes, pillos, mendigos, políticos y dirigentes frustrados, pestilentes, llena una galería en descomposición anómica de un Perú. La crisis existencial y el perfil sicótico de sus personajes refracta la propia crisis social del Perú decadente de los 90 y tramontano de los 2000.
Es evidente que Berrú no es un constructor de masa ficcional alcanforada, etérea y somnífera para sus lectores: es un comprometido social, que retrata y enuncia, a través sus personajes, el velo de una sociedad que convive con su propio egoísmo y que es la propia marginadora e indiferente con los demás. Son personajes de sangre y hueso que llevados a la literatura parecen ser más simpáticos e interesantes, pero Berrú apela a la sensibilización del lector y quiere trasladarlos del mundo de la ficción a la realidad y darle el rostro bueno, compadeciente donde literatura y realidad se licuan en una perfecta alquimia narracional.
Con un lenguaje por un momento de prosa poética y con otro salpicado de idiotismos coprolálicos, copiados del estilo despatarrado de la influencia del bomm, Dandy pedagógicamente es asimilable y subyace en él su intención de denuncia social, su propio manifiesto narratológico.
Estructuralmente los cuentos están intencionalmente diseñados con finales abiertos y con ambiguos entramajes, en una actitud lúdica por epifonemar a su lector y sorprenderlo con finales inesperados, capaces de extender y retar la propia imaginación de lector en una continuidad propia, distante y distinta.
Con “El rojo placer de las flores”, Dandy Berrú sienta un precedente más en los anales de la literatura lambayecana y abre una trocha editorial para que todo el embalse de cuentos elucubrados en los 80, 90 y 2000 den a luz un buen parto sin cesárea, sino paridos con el necesario estentóreo grito doloroso de la literatura ficcional como una pasión ebria que se lleva por dentro y a la que no se renuncia jamás.

Lambayeque-Perú, abril 22 de 2006



RELICARIO DE MUERTE

Lentamente avanza el escarabajo azul, hasta ganar la azotea de la vieja casona. El cárdeno paisaje nebular, acariciante como amando con loca pasión la mimética cresta del horizonte.
Los zapatos cansados por el trajín, deslizábanse al ritmo de su encorvada paciencia. Había recorrido como cualquier otro decía las tres principales avenidas de la laberíntica ciudad, hasta llegar a pararse frente a la vieja esquina donde hace ya medio siglo, apretó el gatillo.
Apretó sin el remordimiento de una mano temblorosa que duda de la grandiosidad del más temerario de sus actos. Los sucesivos impactos aparte de hacer salpicar líquido sanguinolento, despidieron el humor característico de la pólvora fresca recién salida del horno. Del horno o del cañón no importa, pero que lo hacía sentir pleno. Extasiado. Liberado. Ese imperceptible humo con su acrelírico olor, eran de esos olores vivos, fuertes fraganciosos, fugaces. Fugaces como los buenos pensamientos que cuando te llegan te desesperas por atraparlos, pero sucede que más de las veces se te escurren. Distanciándose. Perdiéndose en el viejo buzón del olvido, y no vuelven a aparecer hasta que en el momento menos esperado los tenemos frente a frente, resistiéndonos tomar posesión de ellos, que si luego no considerásemos las previsiones del caso, ¡Adiós!. Pero tras uno que se marcha, otros están dando vueltas, esperando su momento.
Orellana había sobrepasado lo límites de la intolerancia. En su legajo personal, había una muerte que se sumaba a otras tantas, las que se perpetraron con el insano propósito de seguir ahí. Arriba. Entornillado a ese sillón rojo de pan de oro modelo Luis XII, mandado traer desde la misma España, por Costilla en su primer período de gobierno.
Bajo el mandato de Orellana, mucha gente que renegaba de su abusiva autoridad, no se hacían bolas para hacer visible sus sagradas iras. Por lo que fueron arrastrados cual piltrafas, a ese tenebroso esperpento de la creación humana bien llamada, “La Isla de Belcebú”.
Sus opíparos banquetes, el confort y la desmedida opulencia de los de su clase, contrastaba visiblemente al dolor de la miseria terrígena de los del otro lado. Una patada en las entrañas de la pobreza, sin más ni más.
El déspota tirano, como siempre desatento a tanto clamor, a tanto llanto, a tanta sed de justicia que nunca aparecía......
La rabia enmascarada en ese pedazo de hombre con apariencia de mendigo; usurpando la representación de casi todos, hizo lo que se había propuesto. Sin apresuramientos desmedidos, esperaba recostado en la aristocrática verja que atrapaba la mansión. Acariciaba pausadamente con su lengua, un caramelo carmín vidrioso sabor a menta, mientras su mendiga actitud en tensa espera.
Así como lo previsto en el plan, Orellana apareció en la puerta principal, todo encopetado con sobretodo de levita y su inseparable y elegante bastón jaspeado. Creíase el elegido de la Augusta inmortalidad de los dioses olímpicos.
Nuestro personaje avanzó hacia él. Con disimulado sigilo, y antes que Orellana ingrese al impecable Roll Royce que lo aguardaba, le lanzó sin pensarlo dos veces el fúnebre saludo que relampagueante salió de la boca de la “pequeña” (pues así llamaba a su Colt Calibre 32)....
Abruptamente un mortal ataque a su trajinado corazón, sesgó la reminiscencia del crimen.
Igual que hace medio siglo, en ese mismo lugar, un hombre yace frío con sus tensas manos cogido a la muerte.
Un pausado escarabajo ha tomado por asalto la densa cima de la ciudad caliginosa. Sus encendidos ojos la atraviesan con todo su misterio. Ahora todo curioso, sacude su cabeza como siempre. sus azulejas alas brillan adiamantadas. Un extraño rumor lo anuncia. Esta vez sus aserradas patas, se han detenido sobre la tiranía del tiempo.
Dandy Berrú Cubas

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